Viene Cristo, preparemos nuestros corazones para su encuentro... ADVIENTO
Adviento, que en el latín ad-venio: “llegar”, ó Adventus: “venida”, son días de oportunidad para afianzar la fe, y comprender plenamente el significado de la celebración.
Conforme al uso actual [191 0], el Adviento es un tiempo litúrgico que comienza en el Domingo más cercano a la fiesta de San Andrés Apóstol (30 de Noviembre) y abarca cuatro Domingos. El primer Domingo puede adelantarse hasta el 27 de Noviembre, y entonces el Adviento tiene veintiocho días, o retrasarse hasta el 3 de Diciembre, teniendo solo veintiún días.
Con el Adviento comienza el año eclesiástico en las Iglesias occidentales. Durante este tiempo los creyentes son exhortados
- a prepararse dignamente a celebrar el aniversario de la venida del Señor al mundo como la encarnación del Dios de amor,
- de manera que sus almas sean moradas adecuadas al Redentor que viene a través de la Sagrada Comunión y de la gracia, y
- en consecuencia estén preparadas para su venida final como juez, en la muerte y en el fin del mundo.
Esperar es creer, confiar y soñar, por eso, los antiguos pasaron más de cuatro mil años aguardando y suspirando por la venida del Mesías. Cuando finalmente sucedió, Jesús nació y se convirtió en hombre para librar a los hombres del pecado y del mal, y guiarlos hacia una vida plena. Ese momento se convirtió en un acontecimiento trascendental que se ha cultivado con el pasar de los años y cuyo significado no es más que el nacimiento del Reino de Dios.
El tiempo de Adviento surge con la idea de preparar el corazón y el espíritu para celebrar el advenimiento de Jesús. Es un ciclo de cuatro semanas, en el que los hombres se llenan de fe, esperanza y oración para sentir que la venida de Dios no fue única, ésta se repite en alma cada año y recuerda a quienes creen en él, que es infinito y vivirá para siempre entre los hombres.
Asumir el verdadero significado de la navidad implica conocer y comprender el sacrificio de Jesucristo para librar la salvación de los hombres. La fe cristiana proclama este tiempo como una profunda reflexión que alimenta la esperanza de continuar la obra de Jesús y preparar el camino para recibirlo.
¿Cómo se celebra el Adviento?
El Adviento comprende dos períodos o etapas. El inicio va desde el primer domingo (escogido de acuerdo al calendario) hasta el 16 de diciembre. Durante estos días, las lecturas invitan a vivir y sentir la esperanza de la venida del Señor contemplando todos los aspectos. En ellas se recuerda el significado de llegada de salvación al final de los tiempos, la llegada de salvación de cada día, que son la base de los textos del profeta Isaías.
Culminada la ceremonia del 16 de diciembre, se cierra el primer ciclo y se abre el segundo, que va desde el 17 hasta la víspera del 24 de diciembre, antes del nacimiento del Niño Dios.
Ya con el espíritu previamente preparado, se inicia la llamada “Semana Santa que prepara la navidad”. En ella, las misas invitan a vivir con gran alegría el acontecimiento más importante de la historia humana, el nacimiento del Mesías.
Los evangelios escogidos para estos días, extraídos de Mateo y Lucas, ilustran directamente todo lo relacionado con la llegada de Jesús y ayudan a preparar la fe para celebrar la Nochebuena.
Los cuatro domingos de Adviento
Los cuatro domingos de Adviento son la base fundamental y columna vertebral de la celebración. Pedagógicamente, el domingo es un día de recogimiento espiritual donde se entra en contacto personal e íntimo con Dios. Por ello, en este tiempo, los domingos representan el centro de la atención de quienes celebran la gloriosa venida del Señor.
Primer domingo: domingo de espera. Los fieles aguardan la llegada de la salvación; están vigilantes y llenos de esperanza.
Segundo domingo: domingo de la conversión. Se preparan los corazones para recibir al Señor.
Tercer domingo: domingo de la acogida. La certeza de la venida del Salvador provoca en los creyentes una gran alegría.
Cuarto domingo: domingo del anuncio. Dios se hace hombre y los hombres lo reciben en la tierra.
Las ceremonias de los 4 domingos de Adviento, cuentan con los elementos que representan la esperanza y la luz, para ello, el primer domingo se bendice la corona de Adviento, que será un símbolo presenten en todas las liturgias, y cuyos cirios se apagan el último día de solemnidad.
La corona de Adviento
Creada inicialmente como un objeto decorativo, la corona de Adviento, es, desde hace muchos años, un hermoso signo que expresa la alegría que se vive en este tiempo de preparación a la Navidad.
• | El círculo de la corona, es la señal del amor de Dios eterno, sin principio ni fin. |
• | El verde de las ramas, es el color de la esperanza y vida. |
• | Los cuatro cirios o velas, dan luz a la oscuridad creada por el pecado del hombre. Éstas se colocan en la corona y cada una se prende al inicio de la liturgia de cada domingo de Adviento. |
• | Los colores de las velas se escogen de acuerdo a su significado. Tradicionalmente se coloca una morada, una roja, que recuerdan que es tiempo de penitencia y de conversión, y una rosa y una blanca que significan la alegría de la llegada de Jesucristo. |
• | La corona también se decora con manzanas rojas que representan los frutos del jardín del Edén que hicieron pecar a Adán y Eva. |
• | Finalmente, el listón rojo que rodea la corona, representa nuestro amor a Dios y el amor de Dios que nos envuelve. |
El tiempo de Adviento es un período privilegiado para la iglesia católica y sus fieles seguidores, pues permite la reflexión del pasado, la vivencia del presente y la preparación del futuro con la intención de afianzar la fe y renovar la vida espiritual.
Simbolismo
La Iglesia prepara la Liturgia en este tiempo para lograr este fin. En la oración oficial, el Breviario, en el Invitatorio de Maitines, llama a sus ministros a adorar "al Rey que viene, al Señor que se acerca", "al Señor que está cerca", " al que mañana contemplaréis su gloria". Como Primera Lectura del Oficio de Lectura introduce capítulos del profeta Isaías, que hablan en términos hirientes de la ingratitud de la casa de Israel, el hijo escogido que ha abandonado y olvidado a su Padre; que anuncian al Varón de Dolores herido por los pecados de su pueblo; que describen fielmente la pasión y muerte del Redentor que viene y su gloria final; que anuncian la congregación de los Gentiles en torno al Monte Santo. La Segunda Lectura del Oficio de Lectura en tres Domingos están tomadas de la octava homilía del Papa San León (440-461) sobre el ayuno y la limosna como preparación para la venida del Señor, y en uno de los Domingos (el segundo) del comentario de San Jerónimo sobre Isaías 11:1, cuyo texto él interpreta referido a Santa María Virgen como "el renuevo del tronco de Jesé". En los himnos del tiempo encontramos alabanzas a la venida de Cristo como Redentor, el Creador del universo, combinados con súplicas al juez del mundo que viene para protegernos del enemigo. Similares ideas son expresadas los últimos siete días anteriores a la Vigilia de Navidad en las antífonas del Magnificat . En ellas, la Iglesia pide a la Sabiduría Divina que nos muestre el camino de la salvación; a la Llave de David que nos libre de la cautividad; al Sol que nace de lo alto que venga a iluminar nuestras tinieblas y sombras de muerte, etc. En las Misas es mostrada la intención de la Iglesia en la elección de las Epístolas y Evangelios. En las Epístolas se exhorta al creyente para que, dada la cercanía del Redentor , deje las actividades de las tinieblas y se pertreche con las armas de la luz; que se conduzca como en pleno día, con dignidad, y vestido del Señor Jesucristo; muestra como las naciones son llamadas a alabar el nombre del Señor; invita a estar alegres en la cercanía del Señor, de manera que la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie los corazones y pensamientos en Cristo Jesús; exhorta a no juzgar, a dejar que venga el Señor, que manifestará los secretos escondidos en los corazones. En los Evangelios la Iglesia habla del Señor que viene en su gloria; de Aquel en el que, y a través del que, las profecías son cumplidas; del Guía Eterno en medio de los Judíos; de la voz en el desierto, "Preparad el camino del Señor". La Iglesia en su Liturgia nos devuelve en espíritu al tiempo anterior a la encarnación del Hijo de Dios, como si aún no hubiera tenido lugar. El Cardinal Wiseman ha dicho:
Estamos no sólo exhortados a sacar provecho del bendito acontecimiento, sino a suspirar diariamente como nuestros antiguos Padres, "Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad al Justo: ábrase la tierra y brote la salvación." Las Colectas en tres de los cuatro Domingos de este tiempo empiezan con las palabras, "Señor, muestra tu poder y ven" – como si el temor a nuestras iniquidades previniera su nacimiento.
Duración y Ritual
Todos los días de Adviento debe celebrarse el Oficio y Misa del Domingo o Feria correspondiente, o al menos debe ser hecha una Conmemoración de los mismos, independientemente del grado de la fiesta celebrada. En el Oficio Divino el Te Deum, jubiloso himno de alabanza y acción de gracias, se omite; en la Misa el Gloria in excelsis no se dice. El Alleluia, sin embargo, se mantiene. Durante este tiempo no puede hacerse la solemnización del matrimonio (Misa y Bendición Nupcial); incluyendo en la prohibición la fiesta de la Epifanía. El celebrante y los ministros consagrados usan vestiduras violetas. El diácono y subdiácono en la Misa, en lugar de las dalmáticas usadas normalmente, llevan casullas plegadas. El subdiácono se la quita durante la lectura de la Epístola, y el diácono la cambia por otra, o por una estola más ancha, puesta sobre el hombro izquierdo entre el canto del Evangelio y la Comunión. Se hace una excepción en el tercer Domingo (Domingo Gaudete), en el que las vestiduras pueden ser rosa, o de un violeta enriquecido; los ministros consagrados pueden en este Domingo vestir dalmáticas, que también pueden ser usadas en la Vigilia de la Navidad, aunque fuera en el cuarto Domingo de Adviento. El Papa Inocencio III (1198-1216) estableció el negro como el color a ser usado durante el Adviento, pero el violeta ya estaba en uso al final del siglo trece. Binterim dice que había también una ley por la que las pinturas debían ser cubiertas durante el Adviento. Las flores y las reliquias de Santos no debían colocarse sobre los altares durante el Oficio y las Misas de este tiempo, excepto en el tercer Domingo; y la misma prohibición y excepción existía relacionada con el uso del órgano. La idea popular de que las cuatro semanas de Adviento simbolizan los cuatro mil años de tinieblas en las que el mundo estaba envuelto antes de la venida de Cristo no encuentra confirmación en la Liturgia.
Origen Histórico
No se puede determinar con exactitud cuando fue por primera vez introducida en la Iglesia la celebración del Adviento. La preparación para la fiesta de la Navidad no debió ser anterior a la existencia de la misma fiesta, y de ésta no encontramos evidencia antes del final del siglo cuarto cuando, de acuerdo con Duchesne [Christian Worship (London, 1904), 260], era celebrada en toda la Iglesia, por algunos el 25 de Diciembre, por otros el 6 de Enero. De tal preparación leemos en las Actas de un sínodo de Zaragoza en el 380, cuyo cuarto canon prescribe que desde el diecisiete de Diciembre hasta la fiesta de la Epifanía nadie debiera permitirse la ausencia de la iglesia. Tenemos dos homilías de San Máximo, Obispo de Turín (415-466), intituladas "In Adventu Domini", pero no hacen referencia a ningún tiempo especial. El título puede ser la adición de un copista. Existen algunas homilías, probablemente la mayor parte de San Cesáreo, Obispo de Arlés (502-542), en las que encontramos mención de una preparación antes de la Navidad; todavía, a juzgar por el contexto, no parece que exista ninguna ley general sobre la materia. Un sínodo desarrollado (581) en Mâcon, en la Galia, en su canon noveno ordena que desde el once de Noviembre hasta la Navidad el Sacrificio sea ofrecido de acuerdo al rito Cuaresmal los Lunes, Miércoles, y Viernes de la semana. El Sacramentario Gelasiano anota cinco domingos para el tiempo; estos cinco eran reducidos a cuatro por el Papa San Gregorio VII (1073-85). La colección de homilías de San Gregorio el Grande (590-604) empieza con un sermón para el segundo Domingo de Adviento. En el 650 el Adviento era celebrado en España con cinco Domingos. Varios sínodos hicieron cánones sobre los ayunos a observar durante este tiempo, algunos empezaban el once de Noviembre, otros el quince, y otros con el equinoccio de otoño. Otros sínodos prohibían la celebración del matrimonio. En la Iglesia Griega no encontramos documentos sobre la observancia del Adviento hasta el siglo octavo. San Teodoro el Estudita (m. 826), que habló de las fiestas y ayunos celebrados comúnmente por los Griegos, no hace mención de este tiempo. En el siglo octavo encontramos que, desde el 15 Noviembre a la Navidad, es observado no como una celebración litúrgica, sino como un tiempo de ayuno y abstinencia que, de acuerdo a Goar, fue posteriormente reducido a siete días. Pero un concilio de los Rutenianos (1720) ordenaba el ayuno de acuerdo a la vieja regla desde el quince de Noviembre. Esta es la regla al menos para algunos de los Griegos. De manera similar, los ritos Ambrosiano y Mozárabe no tienen liturgia especial para el Adviento, sino sólo el ayuno.
Los últimos 3 puntos son de FRANCIS MERSHMAN
Transcrito por Carl H. Horst
Traducido por Juan I. Cuadrado