Virtudes
-¡No sabes hacer nada!-escucha Luis a diario.
Luis es un joven pacífico, muy casero, que disfruta mucho la tranquilidad, y de poco hablar; es uno de los dos hermanos que componen la familia Montalván.
Aunque sabe que en su casa lo quieren, le molesta mucho que lo traten de inútil o lo comparen con un vago. Cuando se enojan con él, su mente no para de pensar por qué le dicen que no sabe hacer nada.
-Claro, que no van a pensar eso de mí –se dice Luis mientras divaga, antes de dormirse, cada noche-. -No soy uno de esos chicos que brillan, no me destaco tanto en la escuela, no soy el mejor deportista, no aprendo rápido los idiomas, ni siquiera el arte y la música son mi fuerte-
Luis está en su cama pensando, imaginando que es el mejor y que la gente lo felicita, y todos sus amigos y familiares lo admiran, siente los ávidos aplausos de un público y, sin darse cuenta, en su rostro, se dibujan atisbos de felicidad.
Sin embargo, enseguida interrumpe su imaginación diciéndose: ¿Sirvo para algo? ¿No hay nada que haga bien? ¿Da lo mismo que esté o no esté?
Y, así, divagando en su típico diálogo interno, se entrega completamente a su cansancio.
Despierta en un lugar que nunca ha visto, en uno de esos escenarios paradisíacos que supera todo lo conocido.
-¿Qué hago acá? –pregunta, sabiendo que su voz se pierde en la inmensidad y desolación de aquella playa de arenas blancas y aguas transparentes.
Se sobresalta entonces, cuando una voz grave como un trueno le pide que se acerque hacia el mar.
Mientras se va aproximando con pasos cautelosos, el oleaje brusco de aquel mar majestuoso va cesando poco a poco hasta transformarse en un espejo de agua.
-Presta atención a lo que vas a ver –irrumpe la voz nuevamente en el silencio.
El mar, que ahora se asemeja a un lago manso, proyecta ante sus ojos, la imagen de una ciudad vista desde el aire. Se sorprende al descubrir que es su ciudad. Su curiosidad aumenta cuando advierte que la imagen se traslada a su casa y muestra a su familia; mete ya sus pies en el agua, agachándose para ver de cerca.
Así puede oír los pensamientos de distintas personas. Su madre lamenta lo triste que está la casa por las mañanas, cuando ella se levanta y en lo mal que se ven las plantas y el jardín. También se queja de su incompetencia a la hora de pasar textos en la computadora.
Su hermano se encuentra desvelado, esperando que alguien le cuente uno de esos relatos futuristas.
El que más lo conmueve es su padre, que se lo nota muy triste en lo que parece ser un día de domingo, está callado al lado de la radio, por lo visto, no tiene con quien charlar de fútbol o con quien gritar los goles como lo hace siempre.
En la calle, encuentra estacionada la camioneta, sucia como nunca antes.
Observa a su compañera de colegio y vecina, con cara de desolada, como esperando a alguien que vaya a visitarla y le dé algunos consejos.
Por último, reconoce a la viejita de enfrente que aguarda preocupada, con monedas en la mano, para comprar el diario y a su perrita ansiosa porque la saquen a pasear.
-Es tu vida sin vos –le dijo la voz, como adelantándose a las dudas de Luis, antes de que él preguntase algo. –¿Acaso pensabas que no servías para nada? - -Todos tenemos una misión en la vida y debemos encontrarla y cumplirla o tal vez descubrir que, inconscientemente la estamos realizando. Podemos tener pequeños o grandes roles pero, en fin, todos valemos –
Se despertó en su cama con una sonrisa y una paz interior inexplicables, como jamás había sentido antes. Dedujo que nunca se había planteado los lugares que ocupaba. Aunque no era el mejor alumno, ni el mejor cantante, deportista o pintor, ¡cuántas pequeñas cosas poseía que eran importantísimas! Ahora sabía que él valía y que ocupaba un lugar que no podía desperdiciar; ése era el regalo máximo de Dios.
Una sonrisa se le dibujó en el rostro; mientras tanto, en la cocina, estaba encendida la radio, y la voz de un cantante entonaba: “Somos estrellas del universo, cada uno brilla con su intensidad”
Sonrió nuevamente por la coincidencia, hizo un guiño de complicidad hacia el cielo y se levantó de la cama. Tenía mucho por hacer.
Dios nos hace a cada uno único e irrepetible.
Cada cristiano es o debería ser un ser Distinto, ya que su misión es Ser un modelo a imitar por otros, es Evangelizar con sus acciones más que con sus palabras, por ello, el mallinista es una persona Distinta, su modelo a seguir es Jesús, y además de modelo de vida, Él es su amigo, confidente y compañero.
Al ser distintos, podemos y debemos marcar un camino que otros seguiran, recuerden que la canción mallinista dice:
"Muéstrales a los hombres al Cristo vivo,
al estilo distinto de tu mallín,
muéstrales a ese Cristo que andan buscando,
otros que han de encontrarlo solo por ti"
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